sábado, 27 de diciembre de 2014

Amigarse con la Idea

Hace unos días Miriam me mandó un mensaje para contarme que tenían una hembra con su cría en peligro en la calle. La dueña la había sacado a parir afuera, y así lo hizo la madraza, pariendo en una acequia.

No se las iba a hacer fácil esta madre a Miriam y a su amiga. Y eso quedó claro desde el primer momento. La señora tenía a sus cachorros totalmente disciplinados y para variar, los defendía a capa y espada de todo extraño que intentara acercarse.

Madraza vigilando
Ni la cuchita que le improvisaron, ni el techito que le hicieron, ni la comida que con tanto gusto engullía, la convencieron a la señora y no se movió ni un ápice de su decisión: " A mis cachorros no los toca nadie"

Cuando le llevaban comida, de alguna manera "llamaba" a su lechigada, les acercaba el plato lejos de Miriam y su amiga,  y les "permitía" que comieran el alimento con una encrespada mirada hacia las protectoras que ya no sabían de qué manera trasmitirle sus intenciones amorosas. Cansada ya del asedio, hizo un traslado de la compañía hacia la otra esquina como para liberarse de intrusos de una vez por todas.

Esta cruza ovejero es leal a su dueña, que aunque la arrojó a la calle por estar preñada, no puede dejar de amar. Pero a los cachorros había que rescatarlos de cualquier manera. Una acequia puede ser un lugar mortal si llueve.

Así empezó la odisea. Esta mestiza no era una perra, era una leona. Y a ver donde estaba el guapo que se le animara. Primero lograron rescatar una cachorra enfermita, luego la segunda, luego la tercera...la cuarta fue otra historia. Empezó a caminar con desesperación por la ausencia de su prole y la pequeña la seguía llorando a su vez. La agarró de una patita y asi logró meterla otra vez en la acequia. Y Miriam cuenta que vió el fuego en esa mirada furibunda, vio una MADRE...defendiendo a los suyos, vió la VIDA expresándose con magnificencia. 

Y no lo puede olvidar.

Profunda soledad
Porque lograron el rescate de la cuarta cachorra, lograron ubicar a todos en bellos hogares. Pero Miriam siente aún esa mirada desolada y envuelta en la tristeza. De desesperación por la pérdida. Esa mirada vencida.

Y Miriam siente que no puede amigarse con la idea de haberla dejado sola, sin sus hijos.

Así es esta misión que abrazamos voluntariamente, así de agridulce y también ingrata. Todos sabemos que los cachorros hubieran muerto tarde o temprano en ese lugar. Pero muchas somos madres, y ese desgrarro lo podemos sentir en el alma.

Pero hay que amigarse con la idea, amiga querida, ofreciendo la pena por no poder hacer las cosas de una manera perfecta. Aceptando nuestra humanidad y los límites que vienen con ella. Abrazando la mirada amorosa con la que ella ahora te mira cuando te acercás a inyectarla o darle sus medicamentos. Y pensando que aunque ella no lo pueda comprender, le has salvado la vida a esas criaturas que ella defendía con todo su ser.

Cachorritos rescatados
Lidiamos a diario con esta dualidad, con esta sensación que incompletud que nos mata. Un rescate que llega tarde, cachorros demasiado vulnerables para sobrevivir, pérdidas porque estaban en la calle y no les conseguimos un hogar transitorio, enfermedades terminales que no lo hubieran sido si hubiéramos llegado antes.

Es el momento en que nos enfocamos en su opuesto, cuando pensamos que una sola vida salvada ya hace la diferencia, que la clave no está en superar nuestras propias capacidades sino en multiplicarnos, en ser cada día más personas rescatando animalitos. Como me gusta decir, en ser cada vez más las hormiguitas laboriosas e incansables, acarreando de a uno por vez pero en interminable fila.

Pero lo más importante sin duda, frente a la encrucijada, es tal vez lo más difícil y complejo. Frente a una solución incompleta...

Hay que amigarse con la idea.



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