Mi madre era una mujer rodeada de amigos siempre, pero tenía una amiga especial. Es mi tía Elke, tía del corazón con quien mantenía una relación casi simbiótica. No creo que fuera casualidad, pero cierto es que el mejor amigo de mi padre, era su esposo, el tío Ernesto.
La tía Elke, una alemana emigrada después de la Segunda Guerra Mundial siendo aún una niña, una vez me contó una historia que recuerdo vívidamente a pesar de que yo era muy pequeña. En medio de la miseria que sólo producen años de guerra, el hambre era tal, que su padre debió tomar la decisión de regalar su perrito al carnicero de aquella barriada de Hamburgo. Sencillamente, no lo podían alimentar.
A esta altura de mi vida, me es más fácil ponerme bajo la piel de Fritz Krüger que bajo la de la niña, porque ahora yo también tengo mis años, tal vez más de los que tendría Fritz cuando debió comunicar esa decisión a sus tres hijos.
Fritz Krüger |
Para mi eran el Opa y la Oma que cada tanto veíamos cuando visitaban a su hija Elke o nosotros veníamos a Mendoza. Un hombre ya mayor, con sus anteojos, su cabello blanco, y una sonrisa como tímida. Ni ahí me lo podía imaginar aventurero, caminante, fotógrafo e incansable curioso. Mi padre me decía que era un profesor muy importante, pero no es algo que yo haya registrado en su momento.
La familia que formó, es una familia hermosa. Mi tía Elke llora a menudo, es muy cariñosa y demostrativa, ama apasionadamente a los suyos. Se diría que del estereotipo del alemán típico, poco, más bien una latina hecha y derecha. Cuando me contó la historia de su perrito, ella lloró.
Pienso en Fritz, tomando la decisión de regalar el perro de la familia. Pienso en ese hombre grande, inteligente, lleno de ideas innovadoras e importantes, de cargos y discípulos, de publicaciones catedráticas...pensando en el carnicero como única opción para la supervivencia del perruco. Cuando llegaron a Argentina el comentó que no se cuánto tiempo hacía que no comían otra cosa que no fueran papas.
¿ Vos lo juzgarías? ¿ Opinarías livianamente que si quería tanto a su perro por qué lo daba? ¿Te atreverías siquiera de cuestionar esa decisión?
Fritz partía en sus investigaciones de un axioma más que sencillo: primero conocé las cosas y después pensá en las palabras. Le robo la dialéctica porque él se estaba refiriendo a otra cosa, pero aquí el Opa me dice algo a través de las crónicas de su vida, que te puede servir de mucho a vos.
Publico un perrito viejo y ciego para adopción. Conozco de primera mano la familia que lo va a dar. Son excelentísimas personas, y se que no tienen otra opción. Lo publico para encontrarle un nuevo hogar. Y entonces llegan los comentarios como dedos soberbios apuntando hacia la honorabilidad de esta gente. Un mar de energía desperdiciada en las preguntas suspicaces de seguros amantes de los animales.
En la foto está el perro. No están los dueños. No se propone ningún debate, simplemente se pide ayuda para encontrarle un hogar amoroso al viejito. Este tipo de debates se dan a menudo y está bien que así sea, pero en el contexto adecuado. No estaría mal que se conozcan las cosas antes de dar rienda suelta a las palabras. Porque no creo que nadie quiera herir a otras personas gratuitamente. Quiero creer que todos están en esta red protectora para ayudar, no para restar.
No cabe duda que vivimos en un mundo dominado por maltratadores y abandonadores de perros y gatos. De hecho, ésta es precisamente nuestra razón de existir desde el proteccionismo. Pero nadie puede negar la diversidad que somos como humanidad. Cada caso es algo particular lleno de detalles, historias, circunstancias, falencias y necesidades. Y no todas son malas personas. Nada me indigna más que quienes se arrogan el derecho a juzgar desde la ignorancia.
El perrito está publicado en Hogar de Tránsito. Necesito encontrarle un buen hogar a la brevedad. Ese es el único objetivo. No voy a dar detalles de los motivos, porque francamente, a nadie le importan. Y espero que no se desvíe la atención de la verdadera meta que es darle una oportunidad a Moro.
El Doctor Fritz Krüger era una eminencia y un hombre de bien con todas las letras. Y un día tuvo que dar a su perro a otra persona. De adulta su hija, lloró al recordar ese momento. No dudo que muchísimas personas entregan a sus propios perros por comodidad, desidia o indiferencia. Pero tampoco dudo que hay casos como el de Fritz o el de Moro que no se deberían siquiera cuestionarse.
Cada uno puede opinar como quiera, pero sería bueno que siguiéramos la huella de este alemán tan particular, que caminó largo tiempo registrando los hechos antes de darle significado a las palabras. Y que cuando soltáramos las palabras lo hiciéramos con consideración y responsabilidad.
Que antes de opinar, nos preguntáramos por un instante, si no será que vamos a cuestionar desde la ignorancia. Todos nos veríamos beneficiados.
En la foto está el perro. No están los dueños. No se propone ningún debate, simplemente se pide ayuda para encontrarle un hogar amoroso al viejito. Este tipo de debates se dan a menudo y está bien que así sea, pero en el contexto adecuado. No estaría mal que se conozcan las cosas antes de dar rienda suelta a las palabras. Porque no creo que nadie quiera herir a otras personas gratuitamente. Quiero creer que todos están en esta red protectora para ayudar, no para restar.
Moro,cieguito en adopción |
El perrito está publicado en Hogar de Tránsito. Necesito encontrarle un buen hogar a la brevedad. Ese es el único objetivo. No voy a dar detalles de los motivos, porque francamente, a nadie le importan. Y espero que no se desvíe la atención de la verdadera meta que es darle una oportunidad a Moro.
El Doctor Fritz Krüger era una eminencia y un hombre de bien con todas las letras. Y un día tuvo que dar a su perro a otra persona. De adulta su hija, lloró al recordar ese momento. No dudo que muchísimas personas entregan a sus propios perros por comodidad, desidia o indiferencia. Pero tampoco dudo que hay casos como el de Fritz o el de Moro que no se deberían siquiera cuestionarse.
Cada uno puede opinar como quiera, pero sería bueno que siguiéramos la huella de este alemán tan particular, que caminó largo tiempo registrando los hechos antes de darle significado a las palabras. Y que cuando soltáramos las palabras lo hiciéramos con consideración y responsabilidad.
Que antes de opinar, nos preguntáramos por un instante, si no será que vamos a cuestionar desde la ignorancia. Todos nos veríamos beneficiados.
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