martes, 22 de enero de 2013

La Magia de Gizmo


La magia aparece cuando menos te lo imaginás. Por ejemplo, justo cuando estás convencida que no existe...ahí aparece. O cuando estás distraída y un momento te transforma todo como "por arte...". O cuando creés que la magia puede ser de tal manera y se presenta de otra forma totalmente inesperada.

La magia viaja caprichosamente como una hojita liviana flotando en medio de la brisa. Y se posa en tu cabeza sin avisar. De repente ahí está, es la magia.

Gizmo era un perrito mestizo que entró al hogar de Monica cuando su esposo lo miró a los ojos y dijo: éste es mi perro. Así se sencillo. Así de mágico. Y se convirtió en un nuevo miembro de la familia con todas las prerrogativas que incluían consentirlo, mimarlo, humanizarlo, acariciarlo, fotografiarlo, pasearlo , besarlo, abrazarlo y cuidarlo. Todo el mundo orgulloso de Gizmo. Todo el mundo pendiente del señor.

En contrapartida por todas esas prerrogativas que por su naturaleza, podría decirse, son casi mágicas porque invariablemente nacen del amor; Gizmo repartía sin límite su afecto y lealtad, salpimentadas con los correspondientes lengüetazos bien generosos.

La vida era bella.

Cuando todo era armonía y las vidas de Mónica y Sergio fluían en  medio de ese ambiente único que solo puede instalarte un perro amado viviendo a tu lado, Gizmo se enfemó. Una grave patología neurológica atacó sin piedad este hogar de tres. Y ya nunca mas se fué. Gizmo murió.

El dolor, de mágico, no tiene nada. Es concreto, es duro, es arrollador, es frío. El dolor te parte el alma en mil pedazos, como que te la desintegrara. Te carga una mochila que tu físico a duras penas puede cargar. Tan etéreo y tan físico al mismo tiempo es el maldito dolor. Tan inevitable.

Qué te puedo decir que ya no sepas! Es que el corazón se te contrae de tal manera que parece que va a desvanecerse, las lágrimas brotan desafiantes contra cualquier control que se les quiera imponer, el pecho se llena de angustia y todos los recuerdos son para alimentar una tristeza que parece no tener fin. Necesitás esa mirada..ya! Se lo exigís a la vida, luego se lo rogás: "Otra vez, aunque sea solo una sola vez mas". Pero ya no está.

Monica sin Gizmo.

Un misterioso impulso llevó a Mónica a buscar la mirada en otras miradas, como con una íntima ilusión de recuperarla aunque sea a través de mil pedacitos de miradas diversas. Y llegó al mundo de los perros abandonados. Vió la crueldad humana. Y vió el rescate. Fué cuando convirtió en pequeños Gizmos a cada indeseado. Con ese mismo amor, amadrinó una y otra vez, incansable,mitigando el hambre y el dolor.

Gizmo no regresó, pero regresó la magia.

En cada bolsa de alimento, en cada cuenta de veterinario, en cada consulta sobre el estado de tal o cual perrito, en cada proyecto para hacer de nuestra ciudad un lugar mas amigable con los callejeros...En cada una de estas circunstancias llegaba desde Estados Unidos, un pedacito de magia.

Que si está enfermito, que si está herida, que si está abandonado.  En silencio, sin llamar la atención. Mónica portando la magia de Gizmo. Y con ella transformando otras vidas. Para siempre. Me pregunto cómo se sentiría Mónica si se diera cuenta...Que no es ella, que es Gizmo.

Hace casi una semana dió el gran paso. Plantó bandera con su foto de Gizmo y dijo: este es el ángel que tengo en el cielo.  Mónica lo dejó, por fin, partir.  Y fué ahí mismo cuando Gizmo volvió. Porque así son de misteriosas la vida y la muerte. Cuando uno pierde un ser querido, y digo "ser", pasa algún tiempo en el que flotando en las aguas del dolor lo lloramos, lo extrañamos, lo reclamamos con impotencia.

Mientras seguimos flotando en las aguas del dolor... 

Pero luego llega un día en el que, de alguna manera, "le das permiso para que parta", lo liberás de tu cadena dolorosa, y entonces ocurre algo maravilloso: lejos de irse para siempre, regresa , casi tangible, y se instala en tu propio ser. No sé si en el corazón, si en la mente, si en el alma...Pero definitivamente se instala. Y a partir de ahí, te acompaña siempre, casi como si estuviera. Ya sin tanto dolor, ya sin tanta impotencia, ya mas en paz.

Mientras escribo estas palabras, Mónica se pone en contacto: encontró una perrita quebrada por la pena y la soledad. La distinguió entre muchas mascotas, allí, en ese canil. Y entonces su corazón le dijo: es ella. Su voz excitada me da detalles sin parar, me cuenta todas las cosas que tiene que hacer para ir por ella y liberarla de esa falta de amor de una vez por todas. No es sencillo, implica enormes cambios. Nada de eso la detiene. La decisión ha sido tomada.

Yo sólo sonrío plácidamente porque me estoy dando cuenta:  Una vez mas, querida amiga, una hojita liviana se ha posado en tu cabeza. El círculo se ha completado, la magia de Gizmo ha regresado finalmente a vos.





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